Estuve leyendo el post de
Martín y entendí, o más bien recordé, que no es fácil para nadie, no solo para mí, crear lazos en lugares nuevos, ya sea que uno esté de paso o que deba empezar a echar raíces. Entonces, este fin de semana, me lo tomé con calma. No me llevé una botellita de aguardiente a la playa, sino una billetera llena de euros (suena mucho más emocionante de lo que verdaderamente fue) y me fui a recorrer mi barrio y a hacer cosas que haría si verdaderamente estuviera echando raíces así de sola.
El viernes llovió (la influencia del clima es tema para otra entrada) y terminé comiéndome una hamburguesa espantosa, con las patas mojadas pero con un par de botas nuevas (sí, yo soy así de simple y consumista).

El sábado recorrí mi barrio, fui a un cementerio, encontré una panadería deliciosa con meseras amables y una librería llena de ediciones de Penguin que me hicieron parecer un cliente ciego que había entrado solo a manosear libros que no puede leer. Luego terminé mi intento de romance con Sam Savage (le quedaba difícil dar la talla luego de mi tormentoso encuentro con Joyce Carol Oates que me arrancó el corazón) mientras tomaba vino y esperaba a que empezaran los fuegos artificiales de la fiesta de verano de la ciudad.
El domingo desayuné en la panadería que me enamoró y decidí no ir al museo al que tenía planeado ir, sino aprovechar el sol y buscarlo. Me fui para una laguna increíble al sur de la ciudad. Allí me eché al sol, hice una siesta, empecé un nuevo romance con Carson McCullers (o más bien retomo el que hace años dejamos a medias muy a pesar mío), compré un sombrero, me tomé un cerveza y me monté en un crucero que me dio una vuelta de dos horas y me devolví a la casa feliz, tranquila y muy cansada, pero preguntándome por qué en todo el día no vi a nadie solo.

Y sí, me siento muy sola. Acá o allá, siempre me he sentido sola. Pero acá es diferente porque no me puedo quedar quieta, aunque definitivamente exijo mi “sano derecho a no ser turista”, y tengo una libertad que no tengo allá.

Hoy, lunes, la gente con la que vivo me va a llevar de paseo porque el clima es bonito y ya casi me voy. Si tuviera más tiempo tendría más paciencia y me obligaría a creer que la gente llega con el tiempo, que tienen tanto miedo de crear lazos como yo. Pero es que la soledad y la paciencia no se la llevan, ni allá ni acá.